Tragedia en Halloween

Tenía que ocurrir. En este foro se vienen denunciando actitudes incívicas que se muestran con mayor contundencia en las fiestas de Halloween, esa bárbara costumbre importada de USA: huevos estrellados contra fachadas de edificios, parcelas quemadas, contenedores destrozados... Pero lo que acaba de suceder en Madrid sobrepasa nuestras peores pesadillas. Desgraciadamente ya no podemos hacer nada por la vida de las pobres muchachas que fallecieron aplastadas en uno de los accesos a la pista del Madrid Arena. Urge sacar conclusiones, para que al menos su muerte no haya sido en balde. Como madre y educadora creo que es nuestro deber educar a nuestros hijos en el rechazo del gregarismo, en el disgusto por las multitudes. Es mejor educarles en los valores sólidos que valen la pena para que opten por un tipo de ocio más edificante, apartándoles de gente que se divierte de una forma tan absurda, tan ordinaria y contraria al intelecto y a los intereses de la humanidad. Nos quedamos sin saber la cantidad de sustancias prohibidas que se consumieron en ese recinto. Nos produciría estupor, y quizás concluiríamos que no pasan más cosas "porque Dios no quiere". Es nuestro deber decidir cómo formamos a nuestros hijos. Hay que saber decirles NO cuando empiezan a despuntar las primeras conductas equivocadas. Pero es mucho más cómodo dejarles hacer lo que quieren, escudándonos en un supuesto liberalismo y una supuesta "educación en libertad". Yo tengo otro nombre para ese tipo de "educación" que consiste en no hacer nada. Se llama "dejación del deber como padres" Asistimos atónitos a la degradación social y creemos que les hacemos bien a nuestros hijos cuando siempre les damos la razón, cuando creemos todo lo que nos cuentan. Cuando desprestigiamos a los educadores que extrañamente "siempre quieren fastidiar a nuestro hijo, porque le tienen manía". Nadie se pregunta qué consigue el educador a cambio. ¿Es que le engrosan la nómina si pone límites a la conduzta de nuestros hijos? Muchos padres no tienen control sobre chavales de doce y trece años de edad, y además desautorizan con su actitud a los educadores. Es normal que años más tarde esos mismos chavales tengan las conductas que tienen. ¡Despertemos! los problemas ya han traspasado las aulas y nos estallan en la cara. Cuando los educadores denunciamos la situación y nos quejamos por nuestra impotencia, no siempre encontramos la respuesta que necesitamos por parte de los padres. Tomemos decisiones antes de que sea demasiado tarde. Un alumno es para unos años, un hijo lo es para toda la vida. Hagamos algo para que una tragedia así no vuelva a ocurrir nunca.